Hoy tanto como lo que solía, los iconos se escriben utilizando los mismos materiales naturales: madera, lienzo, yeso, cola de conejo, colores en polvo - tierras naturales y piedras preciosas -, yema de huevo, vino, pan de oro. Estos fueron los elementos que componían la pintura antigua, tanto en Oriente como en Occidente. Actualmente esta técnica está siendo redescubierta gracias a los maestros orientales que se han puesto a disposición para enseñar lo que su tradición siempre ha conservado y transmitido.
La importancia de recuperar técnicas antiguas deriva de dos significados fundamentales: primero, que todos los materiales tienen un significado simbólico, que faltaría si fueran reemplazados por productos modernos; en segundo lugar, que incluso desde un punto de vista técnico, el potencial de estos materiales no se puede obtener con otros productos, la mayoría de las veces sintéticos, por lo tanto desprovistos de vida y luz.
Éstas son, en esencia, las razones por las que el arte antiguo de los iconos nos ha mostrado, tras las restauraciones del último medio siglo, obras maestras aún intactas, así como cuando fueron pintadas. La calidad de los ingredientes utilizados ha permitido que estas pinturas perduren a lo largo de los siglos y mantengan inalterada la luz materializada presente en ellas.
FASES:
Sobre el fondo yesado se dibuja el diseño y posteriormente se graba con una punta para delimitar los espacios dedicados al oro.
Luego procedemos al dorado, que se puede realizar de varias formas: con el método de bolo o dorado por misión. El dorado tiene una función decorativa y también simbólica: el oro simboliza la luz increada de Dios.
El color se aplica con la técnica denominada 'aclaramiento', que consiste en superponer varios colores, procediendo de los tonos más oscuros a los más claros. Así, las formas están modeladas por la luz y no por la sombra, como ocurre en la pintura europea del Renacimiento. Para pintar se utilizan pinceles suaves y elásticos de ardilla o marta. Por primeros se esparcen los colores de fondo en la tonalidad más oscura, a continuación, se pasa a las "luces", es decir, se iluminan áreas cada vez más limitadas, para crear una sensación de volumen, como si todo fuera iluminado desde el interior.
Los materiales utilizados proceden del mundo animal, vegetal y mineral. Los pigmentos son tierra y ocre o minerales como malaquita, lapislázuli, cinabrio, dioptasa, azurita, etc. La emulsión con la que se funden los colores está compuesta por yema de huevo, vino blanco y esencia de lavanda.
La luz acentúa los puntos importantes que deben destacarse según un sentido teológico, y vienen a significar la trascendencia de la persona representada, el hecho que él mismo transmite la luz y no la recibe desde el exterior como en las representaciones del arte occidental.
Al terminar, se escribe el nombre del personaje o episodio que representa el ícono. Las inscripciones de los iconos suelen estar en uno de los idiomas litúrgicos tradicionales de la Iglesia: griego, latín, pero también en el idioma italiano actual, etc. El borde generalmente rojo del icono representa el límite entre el mundo celeste y el mundo terrenal.
La última operación consiste en el barnizado final para proteger la pintura.
Todo este trabajo, sin embargo, no es suficiente para un verdadero ícono: sin la bendición, simplemente tendríamos una pieza de madera pintada. La bendición de la Iglesia declara que lo visible en el icono está realmente presente y lo convierte en un eficaz vehículo de la gracia divina.